jueves, 4 de octubre de 2012

el sauce

Oscuridad, eso es lo que veo al principio. Solo oscuridad. Ni veo, ni siento, ni huelo. Nada de nada. La más absoluta oscuridad.

Movimiento. Noto movimiento. Pero no se a donde ni en que dirección. Pero no estoy angustiado ni intranquilo. Me encuentro bien. Sereno, impaciente por ver, por sentir. Eufórico por ver donde iré y como creceré. ¿Crecer? Si creo que esa es la palabra. Crecer.

De pronto se para el movimiento. Y noto como me ponen encima de algo poroso y húmedo, y cuando me han asentado o puesto bien, me echan más de esa sustancia por encima. Y noto cómo pasa el tiempo y  como cada vez que lo me rodea se seca, vuelve a humedecerse.

Noto como voy cogiendo fuerzas, como van saliendo de mi ¿una raíz? ¿Un pequeño tronco? ¿Pero dónde me he metido? Noto la raíz que va hundiéndose a cada día que pasa más y más. Nutriéndose de la tierra y del agua que resbala por la tierra. Como mi tronco, por llamarlo de alguna manera, va intentando abrirse paso por esa tierra hasta que un día veo el sol y el cielo.

Veo también unas manos como riegan donde estoy, como echan abono y yo sigo creciendo. Haciéndome mas fuerte a cada día que pasa y a cada cuidado de esa persona. Mi raíz haciéndose más grande y profundizando más en la tierra, mi tronco creciendo más y saliendo pequeñas hojitas.

Vea como esas manos que me cuidan, van tratándome con cariño a la vez que me hablan con amor y ternura. Para que yo vaya creciendo. Fortaleciéndome. Esa persona que me cuida me va cambiando de una maceta a otra más grande. Siempre con cariño, con ternura, con amor. Y sus palabras son como agua fresca y el mejor abono para que siga creciendo.

Aun no puedo verle la cara a mi cuidadora, pero sé que me tiene mucho cariño, que esta hay, quitando las malas hierbas, limpiándome de bichos. Sacando lo mejor de mí y quitando las ramitas u hojas que se desvían. Y por debajo abonando  mis raíces y dándome de la mejor agua. Mis raíces creciendo y profundizando más.

Van pasando las estaciones y cuando tengo más o menos un metro de altura, por fin la veo, pero a pesar de todo no me extraña que sea ella. La que me cuida. La que alienta. La que me ayuda. La que me dices palabras dulces y queridas. Lo lleva haciendo desde que la conozco, ante todo lo que sabe por lo que pase y estoy pasando. Aun incluso cuando se enfadaba conmigo y se desesperaba para que me quitara la venda de los ojos. Cuando lloraba de impotencia ante lo que me hacían o decían. Ella. La mejor persona del mundo. La que habría que hacerle un monumento en todas las plazas de España y del extranjero (como en Tenerife).mi Pepito Grillo. Mi amiga. Mi conciencia externa. La sabía. La loca despierta. La más cariñosa y buena que haya encontrado por mi camino (y eso que solo nos conocemos el tiempo de los embarazos humanos, más o menos) NOEMI PLASENCIA VIZCAINO.

Hay esta ella tratándome como quisiera que otra persona me hubiese tratado. Hablándome. Cuidándome. Alimentándome. Queriéndome por lo que soy y por lo que me convertiré (que ya creo adivinar en qué, pero no estoy seguro).

Siguen pasando las estaciones y Noé ya ve que no hay tiesto lo suficientemente grande para mí, así que me lleva al lecho de un  lago, con un rio cercano. Todo tranquilo. Todo con el sonido de las pequeñas cascadas del rio envolviendo el lugar. Los cantos de los pájaros, el paso de los animales, grandes y pequeños. El mejor sitio para poder crecer y poder hacerme fuerte. Un sitio de paz y tranquilidad.

Me planta, pero no contenta con tener esa cantidad de agua cerca y de tener buena tierra, ella sigue viniendo a verme crecer, ha hablarme, a quitarme los bichos y  las ramas u hojas muertas que pueda tener, para que siga creciendo bien. La gran Noé.

Y ahora sí que puedo decir a ciencia cierta que seré. Un sauce llorón. Un gran árbol. Bonito, fuerte. Que da buena sombra .y más en un sitio como al que me han llevado. Y mis grandes raíces han seguido creciendo y haciéndose fuerte hay.

Y sigue pasando las estaciones y ya soy grande. Un tronco fuerte, pero a la vez algo flexible con el viento. Unas ramas frondosas y las hojas que caen hasta el agua tranquila o la tierra. Creando alrededor mía una sombra fresca y un lugar tranquilo y relajante. Pero Noé ya no viene a cuidarme, sino más bien a sentarse en el suelo apoyándose en el tronco. Y me habla. Sigue con esas palabras de ternura, de cariño. Y de vez en cuando alza la vista a mis ramas y me sonríe. Bonita sonrisa y que naricitaaaaa.

Ya sabe que puedo seguir por mí mismo. Que ya me he hecho fuerte, con valor, con decisión. Asi que solo viene a hacerme la compañía que necesito y a darme lo único que hecho siempre en falta. Amor. Cariño. Ternura. Y da de sobra para mí y un millón como yo. La gran Noé. Y no contenta con todo eso que me da, que muchas veces se levanta y por el simple hecho de hacerlo, me abraza fuerte y noto en mi corteza, su corazón latiendo y su respiración. Lo que daría por tener brazos y poder abrazarla también. Pero solo puedo darle ese sitio de paz y tranquilidad que ella ha necesitado. Ese tronco donde poder hablar sin tapujos y que nadie le rechiste o le mal interprete. Y es lo que hago con todas mis fuerzas y ganas. Darle ese rinconcito para ella sola.

Siguen pasando las estaciones y ya no soy un arbolito. Ya soy un señor árbol. Y mi sombra se extiende más y mis ramas y hojas dan más fresquito. Y ella sigue viniendo todos los días, solo para estar ahí. Para hacerme compañía. Nada forzado ni por pena o compasión. No. porque ella quiere tenerme cerca. De verdad. De corazón y de alma, y ya que ella me cuido cuando solo era una semilla y me dio todo lo que me dio, hay estoy yo ahora. Para darle eso que necesita ella. Su espacio personal de la murcielaguita.

En un día de calor (supuse que era verano), Noé estaba debajo de mi sombra al fresquito y con los pies en el agua chapoteando y hablándome cuando escucha un ruido y mira a su derecha. Y allí la ve a Ella. Sudando. Con el pelo pegado en su frente y su nuca. Con calor. Deseando protegerse de ese día tan caluroso. Pero sin atreverse a entrar.

Noé la invita con gestos y palabras a que se siente a su lado. Compartir con ella esa sombra y esa agua fresca. Le dice que se acerque, que se está bien hay. Que vaya a recostarse en mi tronco y que meta los pies en el agua hasta que se ponga el sol y pueda seguir.

Pero Ella está asustada. Anda hacia mi sombra, pero0 cuando va a meterse debajo de mis ramas y hojas, se para y da un paso atrás. Y así esta. Con indecisión. Intentando dar un paso adelante, pero solo consigue quedarse en el mismo sitio o dar un paso atrás.

Yo con el sonido de mis hojas y de mis ramas, le digo que entre. Que no pasa anda. Que se acerque. Pero sigue indecisa si entrar o no. Y esa cara de suplica por querer entrar y se le cambia a de temor. Y de temor a suplica, pero no se arma de valor para entrar en la sombra. Se queda en el límite siempre. Noé sigue diciéndole que entre, que no pasa nada. Pero Ella sigue sin dar ese paso. Y ahí se queda. Entre un sí o no. Entre hacer o no hacer. Entre indecisión. Y yo alentándola también con mi sombra, con mi tronco. Pero nada. Ella sigue ahí. Sin saber. Sin decidirse a dar ese paso.

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